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El mantel a través de la historia

La primera evidencia que tenemos de los manteles se remontan a la antigua Roma, donde se fabricaban con lino y se teñían de colores. Estos manteles eran muy pequeños, porque consideraban que sus mesas eran demasiado hermosas como para ocultarlas. Y también servían al mismo tiempo de servilleta. Curiosamente, cada comensal debía llevar el suyo propio, costumbre que se entendió muy pronto por todo el mediterráneo.

Durante la edad media se produce la evolución del mantel como elemento ornamental. Aparecen los primeros bordados y flecos, motivos que se irán repitiendo a lo largo de los siglos. Simbolizaban la riqueza y la posición social, ya que solo la nobleza podía acceder a ellos.

Mientras los nobles comían en mesas con lujosos manteles de seda, el resto tenía que conformarse con materiales más asequibles como el lino.

Otros pueblos también llegaron a la conclusión de que era mejor proteger las mesas durante la comida. Los vikingos cortaban sacos de cereal y los usaban a modo de mantel. Y también tenemos otras alternativas más exóticas como la del Sahara, donde se usaban lascas de cactus sin espinas.

A mediados del siglo XIX el algodón transforma por completo la industria textil, afectando en gran medida a la calidad y difusión de los manteles. Un siglo después se introducen los tintes, llenando de color las mesas de todos los hogares.

Y a finales del siglo XX llegan los materiales sintéticos como el poliéster, que se caracterizan por su resistencia y facilidad a la hora de limpiar. Se pueden meter en la lavadora sin problemas, no se arrugan y no hace falta plancharlos. Además, poseen una capa que repele los líquidos y evita que acumulen humedad.

También en el siglo XX comienza la costumbre de usar papel como mantel, algo muy habitual en el mundo de la restauración. En la actualidad podemos encontrar los clásicos manteles blancos, estampados, con figuras geométricas y multitud de diferentes diseños. Para que elijas el que mejor encaja con tu forma de ser y la decoración de tu casa.

Históricamente la importancia de las comidas como espacio de encuentro en la tradición judeo-cristiana contribuyó de forma significativa al desarrollo del mantel y al posterior cuidado de la "puesta en escena" de la mesa.


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